Espai Gràfic, Igualada

Cuando uno piensa en Barcelona como referente dentro del panorama del diseño gráfico en España empieza a tener claro que ya no puede considerarse a dicha ciudad como el único ámbito geográfico a tener en cuenta y debe situarse ante un entorno mucho más amplio.
Cada vez son más los estudios de diseño que, fuera del estricto ámbito barcelonés, empiezan a cobrar merecida relevancia por la profesionalidad y nivel de sus trabajos.

Desde los años 90 -en que podríamos situar un verdadero auge en el desarrollo de la actividad del diseño gráfico en Cataluña-, las nuevas tecnologías, el desarrollo de las áreas locales, junto con un cambio en las mentalidades, han posibilitado la aparición de estudios de diseño fuera de los núcleos tradicionales. Su interés reside no tanto en lo anecdótico de aquello que se pasó a denominar la «periferia del diseño» sino en la calidad de sus producciones.

Eumo Gràfic, en Vic; Espai Gràfic, en Igualada; Bis, en Figueres; entre otros muchos, son algunos ejemplos que nos proponen una visión más abierta de aquello que se ha venido reconociendo como la «Barcelona Centro del Diseño». Barcelona empieza a ser más un referente como idea que un referente geográfico.

Lluis Jubert (1959) i Ramon Enrich (1968) desde Espai Gràfic son uno de estos ejemplos antes señalados que, desde la periferia, nos proponen un trabajo riguroso y, a la vez, sugerente.
Hace 10 años que trabajan juntos. Establecieron su espacio de diseño gráfico en Igualada, una ciudad que les ha visto crecer y donde han desarrollado buena parte de sus inquietudes, tanto personales como profesionales. Su pasión por este oficio hace que trascienda lo meramente profesional y entiendan el diseño como una parte muy importante de sus vidas.

Ambos aprendieron el oficio de diseñador desde su experiencia dentro del mundo de las Artes Gráficas. Lluis se puso a trabajar ya de muy joven en una imprenta local especializada en el packaging: «durante los 15 años que me pasé en ella desarrollé tareas en diversos departamentos, conociendo muy de cerca los procesos de creación y aspectos técnicos que, posteriormente, nos han sido muy útiles». Esta experiencia queda reflejada en la cuidada calidad de los trabajos impresos de Espai Gràfic.
Después de esta larga experiencia, en 1990, Lluis decide instalarse por cuenta propia. Será al año siguiente cuando conocerá a Ramon Enrich, con quien acabará creando el estudio de diseño gráfico y transformación de espacios Espai Gráfic.
Ramon se había licenciado en Bellas Artes y realizado unos cursos en el Gremio de las Artes Gráficas de Barcelona.

Así pues el encuentro no fue nada casual ya que ambos sentían una misma pasión por el diseño gráfico.

Para Ramon Enric aquel era un momento crucial para la profesión del diseño y la comunicación gráfica: «se estaba empezando a notar el cambio hacia las nuevas tecnologías. Era un momento en el cual mucha de la gente que no apostó por ellas se vio obligado más tarde a cerrar». Considera que también ahora los diseñadores están ante otra encrucijada. Y en este momento no se trata tanto de una cuestión de herramientas sino de soporte: «A la gente joven le es mucho más atractivo trabajar para soporte pantalla que para soporte papel».

Pero a pesar de ello, tanto Lluis como Ramon, aprecian los valores táctiles del papel y se sienten más cómodos trabajando sobre este soporte. «A nosotros nos gusta más trabajar en soporte papel, nos gusta tocarlo, olerlo incluso. Hay una parte sensual en ello», -comenta Ramon.

Al hablar sobre sus métodos de trabajo, ambos coinciden al señalar que no tienen una única manera de abordar los encargos. Sus años de experiencia les han llevado a mantener un grado muy alto de complicidad que les permite poder diseñar con mucha soltura.

«Cuando montamos el estudio y hasta que no empezamos a tener un volumen considerable de trabajo, -me cuenta Lluis-, estabamos los dos juntos delante del ordenador. Todo lo hacíamos conjuntamente: visitar a un cliente, desarrollar un proyecto, ir a la imprenta para controlar un tiraje… Ahora practicamos una cierta división en los procesos de trabajo. Y aunque las decisiones se discuten conjuntamente, uno dirige las tareas de creación y el otro se concentra más en los procesos técnicos de realización y producción».

Para Ramon es muy importante que en todos los trabajos exista un cierto grado de pasión: «Me gusta poder dejar reposar durante algún tiempo nuestras ideas antes de decidirme por una de ellas. Más tarde se la paso a Lluis que le acabará de dar forma y la pondrá a punto para poder reunirnos con el cliente y, posteriormente, producirla».

Cada encargo requiere una manera de hacer y de organización distinta. Aunque, como comenta Lluis, «Quizás esté bien tener un proceso, un método fijo que te sirva de referente». Para Ramon «Cada trabajo requiere su propio ritmo. Y ello depende de la fecha de entrega, que acaba estableciendo, en última instancia, la organización de las distintas tareas en el proceso de diseño».

Sus relaciones con los clientes no distan mucho de la de la mayoría de diseñadores. Acostumbran a tener bastante libertad, aunque la mayoría de las veces han de convencer a sus clientes acerca de la formalización de sus trabajos. Se quejan del poco criterio con el que se enfrentan y que les fuerza a tener que decidir sobre cuestiones que, en la mayoría de los casos, deberían estar previamente decididas por los clientes. También forma parte de su trabajo ayudar a los clientes a concretar el encargo:

«No siempre tienen las cosas muy claras y a veces es complicado obligarles a que se mojen. Lo mejor es tener una charla previa. Establecer una buena relación, iniciando una conversación no necesariamente vinculada al posible encargo. Crear un clima de confianza entre nosotros y el cliente» -comenta Lluis.

«La mayoría de nuestros clientes -continúa Ramon- ya nos conocen o han visto algunos de nuestros trabajos antes de encargarnos algún diseño; no hemos salido a la calle a buscar trabajo. Un libro que hayas diseñado y esté en la mesa de cualquier sitio ya te sirve de tarjeta de presentación».
Para ellos el trabajo bien hecho constituye la mejor garantía de progresar en su oficio:

«Se trata de conseguir con los trabajos de diseño gráfico cierta atmósfera de elegancia pero con un punto de provocación. La provocación sería aquello que más cercano está a la publicidad, mientras que la elegancia estaría en el tratamiento de la tipografía, el buen gusto, el control de la técnica y, sobretodo, el cariño que le pongas a tu trabajo».

Hablan de ello como de una manera de conseguir un cierto equilibrio entre aquello que desea el cliente y lo que pueden aportar ellos como diseñadores, con su propuesta gráfica. El resultado final es, pues, considerado mitad producto del cliente, mitad producto de Espai Gràfic.

«Intentamos alejarnos, dentro de lo que nos es posible, de lo estándar, de las respuestas gráficas previsibles». Pero ello depende muchas veces de la naturaleza propia del encargo. «Hay trabajos que son muy técnicos, debes de situar los datos de una manera muy precisa y clara. Buena legibilidad, imágenes limpias, textos bien jerarquizados… En estos casos no puedes dejarte llevar.

En cambio cuando trabajamos para ámbitos de tipo cultural podemos arriesgar más. Nos sentimos más libres».

Lluis piensa que diseñar para una empresa de tipo comercial o para una institución cultural no es más que trabajar en registros diferentes y, aunque los procesos de trabajo sean muy similares, «hay que buscar siempre una solución inteligente, huyendo de los tópicos».

Cuando hablamos de las influencias que algunos artistas o diseñadores pueden ejercer sobre su propio trabajo, Ramon y Lluis señalan que «los diseñadores, como creadores, deberían estar influenciados por muchas más cosas que por las tendencias estéticas vinculadas a las modas, sean Carson o Brody». No obstante, aunque reconocen que ambos diseñadores han creado sus propios lenguajes gráficos y que les han influido en algunos de sus trabajos, también afirman: «nuestras influencias están no tanto en el trabajo de personas en concreto, sean artistas o diseñadores, sino en las cosas que puedes encontrar o recoger de la calle. Hay que huir del «FotoStock», de lo estándar».

«El diseño gráfico, -concluye Ramon- tiene que ver más con la poesía que con las matemáticas. Depende mucho de la sensibilidad y de la experiencia. La experiencia unida a la sensibilidad te da más pautas, más recursos a la hora de solucionar los problemas.
El reto está en resolver con ideas simples los proyectos más complejos».

Espai Gràfic ha sido galardonado en diversas ediciones de los premios Anuària (1995, 1997, 2000) y en los Premios Barcelona de Grafismo y comunicación Municipal (1994 y 1995). Algunos de sus trabajos han sido publicados por PIE Books.

GRRR Nº 07 - LOS SIETE ENANITOS
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