Berlín: La ciudad como papel

Cira Pérez Barés/Txell Gràcia

¿Qué sería Berlín sin el Street Art?. A esta pregunta podrían seguir muchas y variadas respuestas, dependiendo de gustos y sensibilidades, pero sin duda, para quien esto escribe, la respuesta es clara: ya no sería Berlín. El Street Art, con sus expresiones a veces incomprensibles, nos ha ayudado paradójicamente a entender mejor este lugar, al que llegamos hace algún tiempo por distintos caminos y atraídas por la estela de una ciudad, cuanto menos, interesantemente desconocida.

Berlín te atrapa, te engulle con la facilidad de quien se deja llevar. Su personalidad te asalta al primer contacto, forjada por su propia historia y por la suma de las aportaciones de tantos recién llegados. Es el puente natural entre el Este y el Oeste de Europa, un espacio de intercambio cultural y una metrópoli contemporánea que, como tal, se expresa y se reinventa a cada minuto. Uno se pasea por las calles del mítico Kreuzberg, o por los barrios de la Zona Este como Prenzlauerberg, Friedrichshain o Mitte (bañados por el nuevo glamour que adquiere el viejo retro de lo que fue la RDA) y no puede dejar de fijarse en esta piel camaleónica de arte efímero que cubre cada pequeño rincón, cada farola o cada pared, de manera inexplicable, en búsqueda de nuevas superficies inimaginables. Al principio, estos mensajes resultan como guiños casi imperceptibles, pero una vez descubiertos ya no hay escapatoria. El arte urbano emerge y se propaga con la rapidez de una maravillosa plaga que, en lugar de paralizar la ciudad, la enriquece. La exposición está en la calle, y nosotros, caminantes afortunados, estamos allí para disfrutar de ella, convirtiéndonos en cómplices de esta red de imágenes, nunca más invisibles. Poco a poco uno se va familiarizando con ellas, creando conexiones, diferenciándolas, descubriendo nuevas apariciones, captando novedades e imaginando futuras intervenciones.

El Street Art es una manifestación inherente a las ciudades contemporáneas. Una realidad creada por y para la ciudad. Pero en cada una de ellas, deja su marca personalizada. Durante muchos años, la propia situación política de Berlín hizo que se conservara como una isla en medio de Europa. La parte Oeste fue un oasis de libertad amurallado. La parte Este representaba el férreo estandarte del comunismo de la RDA. La ciudad dividida fue el centro de la guerra fría y tubo la frontera más bien protegida del mundo. Pero este muro, levantado por razones políticas, se convirtió rápidamente en un soporte perfecto para la expresión artística y espontánea. Estas circunstancias sin duda han dejado huella. Durante los ‘80, cualquier sprayer o graffitero probó su estilo y sus habilidades en el muro. Al mismo tiempo, fue también una era de experimentación y de materialización de las ideas en cualquier superficie posible. Los trenes por ejemplo, así como las calles de todos los distritos de Berlín, se convirtieron en el «papel» perfecto donde artistas y menos artistas dejaban sus graffitis y tags. En este tiempo se generaron también los primeros contactos entre ellos y la aparición de algunos lugares de encuentro. En ese momento se creó una fuerte conexión entre el graffiti y el diseño gráfico. Éste último recibió gran influencia del mundo del graffiti, aunque posteriormente adquirió otra línea, pero manteniendo algunos rasgos peculiares del mismo, como las tipografías deconstructivistas, las ilustraciones vectoriales (Faile, Pisa 73, CBS-Uberalles) o el uso de los outlines (Fuck Your Crew, Nomad o Husk Mit Navn, entre otros).

Hoy, tras quince años de la caída del muro, Berlín es la ciudad más libre y abierta de Alemania. Su tolerancia y el nuevo espacio de libertad y experimentación que representa, han hecho que se convierta rápidamente en un punto de atracción del talento y la creatividad. Berlín ha sabido canalizar toda esta energía positiva creando un espacio espontáneo para el desarrollo de la actividad cultural contemporánea en todos sus ámbitos. El creciente interés por el arte más experimental se mezcla con la tradición por otras manifestaciones culturales como la música y la cultura de club, la notable relación de esta ciudad con el cine, con el diseño más innovador y con una gran cantidad de espacios urbanos libres y ocupados con programaciones culturales alternativas. Además, tras la reunificación, la crisis económica no se ha hecho esperar, y la ciudad se ha convertido en el perfecto espacio para la expresión espontánea del desencanto de muchos de sus habitantes. Hoy Berlín es una ciudad rota en muchos aspectos. Las calles, las casas, hermosamente sucias, derruidas y en transformación constante. Todo ello dibuja un escenario perfecto donde el Street Art se integra de forma natural con el paisaje urbano. Berlín limpio sería horrible, en cualquier caso, ya no sería Berlín.

Actualmente, los tags han pasado el relevo a nuevas manifestaciones artísticas como los stencils, los stickers, o los papercuts, entre otras muchas posibilidades de expresión imaginables. Entre sus creadores, existen motivaciones muy distintas. Por lo general, la lucha contra el sistema ya no figura entre sus objetivos principales. Se trata más bien de una cuestión de mejorar la estética urbana, y su mensaje a menudo va ligado al sentido del humor y la sutileza. Este hecho ha facilitado su mayor aceptación entre la opinión pública, quien tiene una visión cada vez menos negativa respecto a estas manifestaciones artísticas. Paradójicamente, muchas de estas obras se conservan en las paredes una vez hecha la renovación de un edificio. Podríamos decir que en este nuevo tipo de manifestaciones, la integración va por delante de la provocación. No tienen como objetivo ensuciar la ciudad, sino interactuar con ella y muchos de los artistas tratan los espacios públicos con respeto. Suelen ser características comunes a ellos encontrar sus orígenes en el graffiti, en el campo del diseño gráfico o en la historia del arte, y en muchos casos son berlineses de adopción.

En este contexto más consciente, algunos artistas ven en las calles la posibilidad de lanzar mensajes comprometidos. Este es el caso de algunos de los trabajos de Pisa 73 (Ralph para los amigos), muy relacionados con la guerra de Irak y las consecuencias del terrorismo internacional. Ralph nos citó en su casa un martes a las siete de la tarde. Nos lo encontramos en la portería, venía de comprar unas cervezas para amenizar la charla. Su piso, tan grande como él, estaba situado en un antiguo edificio del barrio de Kreuzberg. Nada más cruzar la puerta, un dulce olor a aerosol te inundaba suavemente la nariz. Las paredes, de un blanco inmaculado, pero llenas de obras que, a estas alturas, nos resultaban familiares: dibujos de cámaras de vigilancia, soldados con máscaras de gas, un elocuente Bush-Mickey-Mouse o un estremecedor niño palestino de mirada desafiante. A ritmo de hip-hop nos enseñó cómo trabaja. En su estudio el ordenador es una pieza clave, aunque también nos contó que en el proceso de creación siempre realiza la parte final a mano. Las ventajas de los nuevos métodos facilitan la identidad de los artistas, los cuales pueden esparcir sus imágenes y mensajes de manera muy rápida, enfatizando la importancia de transmitir un estilo, una originalidad. Internet ha sido un factor determinante en la proliferación del Street Art. Tanto porque ofrece una plataforma de divulgación inmejorable, como por su rol de nexo entre los diferentes artistas. Además de las nuevas posibilidades artísticas que aportan los medios digitales, la red funciona como plataforma de catalogación y divulgación inmejorable de muchos artistas. Iniciativas como la web www.urban-art.info funciona como un verdadero catálogo de esta exposición callejera en constante cambio. Para Ralph, el Street Art es algo estimulante, una fuente de inspiración y una forma de dar rienda suelta a sus inquietudes creativas. En un rincón, junto al malogrado Bush, descansaba una inocente japonesita con el trasero en pompa. Esta será su próxima aportación a las calles de Berlín. Estaremos atentos.

Para otros, las motivaciones de su arte responden a una necesidad de expresión puramente estética. Este es el caso del gato de Nikita, una de las pocas mujeres que participan de este discurso callejero, pintando la cara de su mascota por todo Berlín. Otro ejemplo, también del mundo animal, son las desconcertantes vacas voladoras de Gould, ¿una acción en pro de los vegetarianos?, ¿un homenaje a las vacas locas?. La interpretación, como siempre, está abierta a cualquier sugerencia. Otra manifestación en esta línea y que podemos encontrar tanto en Berlín como en otras ciudades europeas, son las bananas de Thomas Baumgärtel. En la obra de este artista, entra en juego un factor muy importante: el emplazamiento. Baumgärtel pinta sus bananas sólo en lugares que tienen que ver con el arte contemporáneo, como por ejemplo en la entrada de museos o galerías. La interacción con el espacio es una característica muy interesante del Street Art. Cada pieza se convierte en una manifestación única al ponerla en el contexto escogido en la calle y su relación con el entorno. Además la obra no termina en el momento en que el artista la pone en la calle, podríamos decir que entonces empieza una segunda etapa de interacción con el transeúnte susceptible de mil interpretaciones, además de la interacción con otros artistas que establecen un diálogo, a menudo obsesivo, a través de sus creaciones. Un ejemplo de espacio compartido y que nos recuerda a las antiguas experiencias del muro, lo encontramos en el denominado Wall Street Journal. Se trata de una pared situada en a las puertas de un club llamado Lovelite en el barrio de Friedrichshain. La particularidad de este espacio es que funciona como una revista-mural. Tiene una periodicidad fija y los artistas que quieran pueden dejar en esta pared sus aportaciones. La acumulación de mensajes es evidente y las interrelaciones entre ellos son muy interesantes. En otros casos, el artista espera la interacción con el público y esto influye en la realización de la obra. Podríamos citar aquí el ejemplo de Bild que con sus adhesivos «Hello My name is…» espera que el espectador escriba allí cómo se siente, cómo se identifica.

Una de las manifestaciones que más nos ha gustado, son aquellos trabajos que podríamos llamar emocionales, es decir, que de algún modo le entran a uno por su lado más tierno y sensible. Este es el caso de la querida Linda. Linda es una chica fantasma. Nadie sabe con certeza de su existencia, pero en eso reside la idea. El artista esparce por las paredes de la ciudad mensajes del tipo: «Linda, me has destrozado el corazón». Esto bastó para conseguir una reacción en cadena de solidarios espontáneos que a su vez empapelaban las paredes con mensajes tales como «Olvida a Linda, no vale la pena…».

También están los que se conforman con la idea de aparecer en cuantas más esquinas mejor. Este sería el caso del desconcertante Sechs Maler (el pintor del seis). Lo podríamos haber presentado aquí como un mito de las calles de Berlin-Mitte, si no fuera porque lo llegamos a conocer. A veces esto ocurre… sus seis están por todas partes y, por lo que nos habían contado, es uno de los pioneros del «Street Art» en Berlín. Rainer Brendel, ése es su nombre, nos recibió en su «taller» acompañado por su inseparable bicicleta con las cestas repletas de botes de pintura y de viejos pinceles exhaustos de tanto «sechs». Su centro de operaciones es un descampado en pleno barrio de Mitte, en medio del cual descansa un viejo Trabant, coche típico de la RDA, pintado hasta el tubo de escape con el «erótico» número. Esta pequeña instalación es lo que queda de sus inicios como activista callejero en pro de la bicicleta y del uso del transporte público. Hoy, su obsesión es la de pintar sus seis por todas partes. La pregunta era obligada: ¿por qué un seis?. La respuesta, decepcionante: «porque es el número más fácil de pintar en movimiento, y yo siempre pinto sobre mi bici. También por el juego de palabras, ya que seis en alemán se pronuncia sex». Lo sentimos mucho, no hay más.

Por otro lado, este vacío de significado en muchas manifestaciones de Street Patch, por llamarlo de alguna forma, adquiere una nueva dimensión con el fenómeno de la moda. Algunos de los artistas critican la saturación a la que se está llegando, no tanto por la aparición de infinidad de mensajes sino por la banalidad de muchos de ellos, cuyos autores se ven arrastrados por el simple deseo de seguir una tendencia. Pero aunque éste siempre sea un tema controvertido, la realidad es que el Street Art es una forma de expresión hecha mayoritariamente por y para la gente joven. Lo joven está de moda y el look urbano también. Y aquí se crea un círculo vicioso difícil de romper.

Un aspecto interesante del Street Art es la corta vida de las obras. Interactúa con los fenómenos atmosféricos, se transforma con el tiempo, o con las aportaciones de otros artistas. Lo único que queda de ellas al final es la documentación fotográfica. Esto es la esencia misma del Street Art y lo que lo protege de la idea de exponerlo dentro de las paredes de un museo. Sin embargo, en el caso de Berlín este interés expositivo ha marcado fuertemente su evolución en los últimos tiempos. Hablamos concretamente de una iniciativa llamada “International Guest Street Art Bethanien”, organizada por una galería de Kreuzberg el pasado verano, que trajo a la ciudad trabajos de 40 artistas de distintos lugares del mundo. Este evento representó una clara influencia para Chasm (o Christian Layer). De naturaleza autodidacta, Christian empezó muy joven pintado graffitis junto con su hermano. Con el tiempo, su temprano interés por el Street Art ha evolucionado en nuevas formas y aplicaciones. Él es uno de los precursores del uso de los famosos Päckchen como soporte para sus creaciones. Se trata de utilizar como adhesivo las etiquetas que generalmente se usan para escribir las direcciones en los paquetes de correos, esas que uno puede coger sin problemas en cualquier oficina de correos del Deustche Post. Él bromea diciendo que su arte es «sponsored by Post». Suena bastante irónico que la agencia estatal de correos subvencione, a su manera, esta nueva forma de comunicación urbana.
Christian reconoce que el Street Art le apasiona, aunque considera que no puede ser sólo un estilo de vida. Se necesita compaginarlo con otras actividades para ganarse el pan. En su caso, trabajar como DJ o como diseñador gráfico le da de comer.

Los tiempos de crisis agudizan el ingenio y Christian no es el único que ahorra usando soportes que la propia ciudad le proporciona. Nuestro amigo, el Sechs Maler, hace lo mismo pintando siempre con botes de pintura que encuentra en contenedores o cerca de obras en construcción. Otro ejemplo simpático son las aportaciones del desconocido autor de la serie “Fuck Your Crew” quien a menudo estampa sus dibujos sobre el papel blanco con puntas que te dan en las pastelerías al comprar una tarta.

Iniciativas como ésta se suceden con increíble rapidez. La esencia de este arte reside en su frescura y su libertad. Todo está por inventarse, todo vale, y las calles de Berlín, como las de cualquier gran metrópoli, son un laboratorio perfecto.

Muchos artistas tienen nuestra ciudad en el punto de mira y la consideran el lugar donde en estos momentos están ocurriendo más cosas a nivel experimental. Si un día os presentan a una tal Linda, tened cuidado no os enamoréis, dicen que ahora se ha mudado a Barcelona…

No queremos concluir este paseo por las calles de Berlín sin agradecer sinceramente el tiempo y la ayuda prestada por: Layer, Rainer Brendel, Pisa 73, Micha, Boris Hoppek, Rana y Dani, Falk Schulz y Husk Mit Navn.

GRRR N.13 - CRUZANDO LOS DEDOS
GRRR N.13 - CRUZANDO LOS DEDOS